
Tras el fin de la sangrienta guerra irano-iraquí de 1980-1988, la dictadura de Saddam Hussein se encontraba inmersa en una aguda crisis económica. Agotados sus recursos y endeudado por la reciente guerra, el régimen iraquí se embarcó en una huida hacia delante con la invasión de Kuwait en agosto de 1990.
La reacción internacional fue fulminante, liderada por Estados Unidos y Arabia Saudí, preocupada por la vecindad de un Saddam Hussein que saldría reforzado en el caso de consolidar la la anexión del emirato petrolífero.
Tras establecer sanciones económicas, Estados Unidos aglutinó tras de sí una amplia coalición de treinta y un países, entre los que se encontraba España. El despliegue militar en Arabia Saudí fue inmediato.
El 17 de enero de 1991 se iniciaba la operación Tormenta del desierto, que amenazaba con convertirse en una guerra duradera y cruenta y

Tanque kuwaití M-84 durante la operación Tormenta del desierto.
apenas duró unas semanas: el ejército iraquí fue arrasado por la poderosa maquinaria militar estadounidense, que dedicó parte de su tecnología a destruir los sistemas de subsistencia civiles y que aplastó a unas tropas mal armadas y desmoralizadas.

Presidente iraquí Saddam Hussein durante la Guerra del Golfo.
Saddam Hussein intentó ganarse el apoyo de la población árabe lanzando misiles Scud contra Israel, pero su estrategia resultó un fracaso. En su huida del emirato kuwaití, Saddam ordenó el incendio de miles de pozos petrolíferos, lo que provocó una gigantesca catástrofe ecológica.
El 28 de febrero Saddam Hussein se rindió incondicionalmente. Contra la impresión inicial, George Bush sénior rehusó la posibilidad de invadir Iraq y deponer al dictador.
La nueva situación tuvo las siguientes consecuencias:
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Iraq vio reducido su Ejército y su capacidad de armamento.
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Se estableció una zona de exclusión aérea al norte y al sur del país, controlada desde entonces por aviones estadounidenses y británicos.
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Esta situación permitió a los kurdos, aliados de los Estados Unidos durante la guerra, establecer una independencia de hecho.
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La esperable invasión aliada de Iraq provocó la insurrección de la población chií del sur, que fue posteriormente masacrada por las fuerzas gubernamentales ante la pasividad de la comunidad internacional.
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La presencia estadounidense en la zona se reforzó con el establecimiento de bases permanentes en Arabia Saudí y en los emiratos del Golfo Pérsico.
El primer ministro kuwaití Alaa Hussein Ali (izquierda) y Saddam Hussein (derecha) en 1990.





















