
Antecedentes
En 1994, más de 7 millones de personas vivían en Ruanda divididas en tres grupos étnicos: hutus, que suponían la gran mayoría de la población, tutsis y twa.
Antes de la era colonial, los tutsis ocupaban el más alto estrato en el sistema social y los hutus el más bajo, pero eso llegó a invertirse en el s. XIX. Tras la I Guerra Mundial, Ruanda pasó a pertenecer a Bélgica y, con la descolonización de los años 50, las tensiones aumentaron y comenzaron los conflictos étnicos entre hutus y tutsis.

Cientos de refugiados hutus descansan cerca de una carretera y del campo de refugiados de Mugunga. Luego de la muerte del presidente y del primer ministro, sus reemplazantes de la etnia hutu elaboran listas de personas que deben ser eliminadas, en su mayoría tutsis, pero también hutus que se niegan a participar en las matanzas.
En 1959, cientos de tutsis fueron asesinados. Cuando Ruanda consiguió la independencia, miles de tutsis pidieron refugio en los países vecinos. Desde allí, los tutsis comenzaron a organizarse y prepararon un ataque contra los hutus y el gobierno, asesinando a numerosos civiles y creando nuevas oleadas de refugiados. Al final de los años 80, casi medio millón de ruandeses estaban refugiados en Burundi, Uganda, Zaire y Tanzania.
En 1988, fundan en Uganda el Frente Patriótico Ruandés (FPR), compuesto principalmente por tutsis exiliados que habían participado en la resistencia. En 1990, el FPR lanzó el mayor ataque a Ruanda desde Uganda. Los tutsis que vivían en Ruanda fueron tratados como traidores y cómplices de lo sucedido. En 1993, ambos países firman los Acuerdos de paz de Arusha y se crea un gobierno de transición compuesto por hutus y tutsis.
El genocidio de Ruanda de 1994
El 6 de abril de 1994, la muerte del presidente de Ruanda, Juvénal Habyarimana, da comienzo a semanas de intensas masacres. Se estima que 1.000.000 de personas fueron asesinadas en lo que se conoce como el genocidio de Ruanda, y alrededor de 200.000 mujeres fueron violadas.
El 7 de abril, la primera ministra Agathe Uwilingiyimana y los soldados belgas de las fuerzas de la ONU que la custodiaban fueron asesinados brutalmente por los soldados del gobierno.
Después de la masacre de sus tropas, Bélgica retiró al resto de sus fuerzas, seguida por otros países, lo que llevaría a que el 21 de abril la UNAMIR (Misión de Asistencia de las Naciones Unidas para Ruanda) se viera obligada a reducir sus efectivos.

Una niña refugiada mira una fosa común donde decenas de cuerpos han sido sepultados.
La ausencia de una reconciliación entre los distintos partidos de Ruanda y la falta de respuesta de la comunidad internacional hicieron que la tragedia se volviera aún más compleja. La capacidad de la ONU de reducir el sufrimiento humano en Ruanda se vio severamente constreñida por la negativa de los Estados Miembros a responder con tropas adicionales.
El 22 de junio, el Consejo de Seguridad autorizó a las fuerzas francesas a enviar una misión humanitaria, llamada la Operación Turquesa, que salvaría a cientos de civiles en el suroeste de Ruanda. En otras áreas, los asesinatos siguieron hasta el 4 de julio, cuando el FPR tomó el control militar de todo el país. Fuente: Acnur
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